El sol apenas comenzaba a iluminar las calles cuando Ryan abrió los ojos. Se había despertado antes de lo esperado, sin necesidad de un ruido extraño esta vez. Pero el silencio de su habitación le pesaba. Giró la cabeza hacia la ventana y vio a un grupo de niños corriendo por la acera, riendo y empujándose entre sí en un juego improvisado.
Ryan suspiró y apretó los puños.
-En menos de ocho días me operarán... -murmuró para sí mismo-. Y aún así, estas vacaciones han sido una tortura. Estoy harto de ver cómo todos disfrutan mientras yo solo puedo mirar desde aquí.
Se apartó de la ventana con frustración y apoyó la cabeza contra la almohada, intentando calmarse. Pero la ansiedad de no poder hacer nada lo carcomía.
Mientras tanto, en el bosque, Moisés, Carlos, David, Sofía y LILIAN ya estaban en posición. Cada uno ocupaba su lugar designado, atentos a la rutina de los guardias y a cualquier cambio en la seguridad.
El plan estaba en marcha.
La tarde llegó, y los chicos estaban en sus posiciones. Moisés, David, Carlos, LILIAN y Sofía se mantenían ocultos, listos para ejecutar el plan. Sin embargo, algo los hacía dudar. El oficial que patrullaba la zona no seguía su rutina habitual. En lugar de moverse de un lado a otro, se había detenido en el mismo punto, como si estuviera esperando a alguien.
-¿Qué pasa? -susurró Moisés con el ceño fruncido-. ¿Por qué no sigue su rutina?
-Sí, que se mueva de ahí, ¿qué está esperando? -añadió Carlos, inquieto.
-¿Creen que nos descubrieron? -preguntó Sofía en voz baja, su preocupación reflejada en su rostro.
-¡Ya cállate! No digas eso -le recriminó LILIAN, dándole un leve codazo-. No piensen lo peor, seguro es solo un problema sin importancia.
-O tal vez lo hace cada cierto tiempo -dijo David, encogiéndose de hombros-. Recuerden que no llevamos tanto tiempo observándolos, apenas dos semanas. Quizás esto es parte de su rutina normal.
Moisés suspiró, aún incómodo con la situación.
-Espero que tengas razón...
A lo lejos, el oficial de seguridad revisaba su reloj con impaciencia. Miraba de un lado a otro hasta que, finalmente, una mujer apareció entre las sombras, acercándose con pasos apresurados.
-¿Estás lista? -susurró el oficial, nervioso.
-Sí, vámonos antes de que alguien nos vea -respondió ella, tomándolo del brazo.
Sin más, ambos se alejaron en dirección opuesta a la zona de vigilancia, dejando atrás a su compañero, que roncaba plácidamente en su silla.
Desde sus escondites, Moisés, Carlos, David, Sofía y LILIAN observaron la escena en silencio. Se miraron entre ellos, sin necesidad de palabras. La suerte estaba de su lado.
-Bueno, eso nos ahorra problemas -murmuró Carlos con una sonrisa.
-Es nuestra oportunidad -susurró Moisés, con los ojos fijos en el camino libre.
-Bueno, eso nos ahorra problemas -dijo David con una sonrisa burlona.
-Perfecto -murmuró Sofía -, es nuestra oportunidad.
Los chicos se prepararon. El momento de entrar había llegado.
La ejecución del plan
La tarde apenas comienza . Desde sus escondites, los chicos contenían la respiración. Habían esperado este momento y ahora era la hora de actuar.
Paso 1: Abrir el candado
David se deslizó en silencio hasta la reja. Se agachó y sacó el frasco de aceite de su bolsillo, untando la cerradura con cuidado. Con guantes para evitar dejar huellas, giró el mecanismo y, como lo habían planeado, el candado se abrió sin resistencia. Lo sostuvo con firmeza para evitar que hiciera ruido y lo colocó suavemente en el suelo.
Paso 2: Pasar al otro lado sin alertar al oficial dormido
David fue el primero en entrar. Apenas cruzó la reja, miró a su alrededor. No había señales del segundo oficial. Solo los fuertes ronquidos del que estaba dormido llenaban el silencio de la tarde . Sin cerrar la reja, dejó el camino abierto para que los demás lo siguieran.
Paso 3: Cruzar uno por uno
LILIAN fue la siguiente. Pasó con pasos seguros, pero sin dejar de mirar al cielo, como si esperara que algo los vigilara desde arriba.
Moisés cruzó después, observando la calle de un lado a otro, asegurándose de que no hubiera testigos.
Sofía pasó rápidamente, conteniendo la respiración al escuchar el ronquido del oficial, que parecía resonar aún más en la quietud de la tarde.
David siguió sin problemas, avanzando sin hacer ruido.
Carlos era el último. Dio un paso, luego otro, pero su respiración se agitó. Apretó los dientes y siguió avanzando, pero el sonido de los ronquidos del oficial le puso los nervios de punta.
De repente, un golpe seco rompió el silencio.
El teléfono del oficial cayó de su bolsillo al suelo.
Carlos se quedó paralizado. Su cuerpo entero temblaba, y sus ojos no se apartaban del oficial. Si se despertaba ahora, todo el plan se vendría abajo.
Los segundos pasaron.
Uno.
Dos.
Tres.
El oficial movió la cabeza en su sueño, soltando un ronquido aún más fuerte.
Carlos seguía sin moverse.
Moisés, viendo que no reaccionaba, regresó y lo tomó del brazo, sacudiéndolo suavemente.
-¡Vamos, Carlos! -susurró con urgencia.
Carlos reaccionó y terminó de cruzar la reja de un salto silencioso.
Paso 4: Moverse con cuidado
A pesar de que el otro oficial no estaba, no bajaron la guardia. Sabían que había cámaras, así que se movieron como lo habían planeado. Siguiendo un patrón irregular, avanzaron de árbol en árbol, asegurándose de estar cubiertos en todo momento. Se deslizaban en zigzag, evitando pasar por espacios abiertos demasiado tiempo.
El bosque denso estaba cada vez más cerca.
Paso 5: Un momento para calmarse
Al llegar a un punto más seguro, se detuvieron.
Las respiraciones agitadas llenaban el aire.
Se miraron entre sí.
Lo habían logrado.
Pero esto solo era el comienzo.
El grupo avanzaba con cautela entre los árboles, pisando con cuidado para evitar hacer ruido. La densidad del bosque era mucho mayor de lo que imaginaban desde afuera.
Carlos, el más miedoso, miraba a su alrededor con nerviosismo y murmuró:
-Ya no quiero entrar... Esto es más denso de lo que se ve desde afuera.
-Adelante, Carlos -respondió Moisés sin detenerse-. Solo recuerda por qué vinimos.
Carlos suspiró, pero siguió caminando, aunque con pasos más inseguros.
Moisés continuó:
-Recuerdo que ayer le pregunté a Ryan si había escuchado a su padre hablar de lo que pasó aquí. Me dijo que sí. Su padre y los otros ya dieron por perdido al Dr. Fabián. Pero lo más interesante es que... Ryan una vez escuchó que este bosque le pertenecía al doctor.
-¿Cómo que le pertenecía? -preguntó Sofía, intrigada.
-Sí, según Ryan, su padre mencionó que el Dr. Fabián compró estos terrenos hace años.
Los chicos intercambiaron miradas de duda mientras seguían caminando.
-Moisés, dinos -intervino Sofía-, ¿qué averiguó tu madre?
Moisés, que iba liderando el grupo, bajó un poco la voz:
-Mi mamá le preguntó a su amiga Jessica, la enfermera de donde estaban los niños con falta de alguna parte del cuerpo... y le contó algo inquietante.
-¿Qué? -preguntó David, con curiosidad.
-Jessica le dijo que no trasladaron a los niños a otra ciudad, como dijeron en las noticias. Una noche los dejaron dormir como cualquier otra... pero a la mañana siguiente, ya no estaban. Desaparecieron.
Hubo un breve silencio entre los árboles. Solo se escuchaban las hojas crujiendo bajo sus pies y el murmullo del viento entre las ramas.
-Eso es raro... -murmuró Lilian.
-Sí -afirmó Moisés-. Me supongo que el Dr. Fabián y los chicos perdidos están conectados de alguna manera... pero no sabemos cómo.
Carlos resopló y se cruzó de brazos.
-Pues, si seguimos aquí adivinando, nos va a caer la noche y ni siquiera habremos llegado a ninguna parte.
-Entonces apúrate, Carlos -dijo Sofía, volteando a verlo con una ceja levantada-. No queremos que nos agarre la tarde.
David, que iba un poco más adelante, se detuvo de repente al ver algo en un árbol.
-¡Ey, miren esto! Hay frutas aquí arriba... podríamos tomar algunas.
-¿Frutas? -preguntó Lilian-. ¿Y si son venenosas?
-¡Ay, Lilian! Solo digo que parecen manzanas o algo así...
-¡No vinimos a hacer un picnic! -dijo Moisés, dándole un leve empujón a David para que siguiera caminando-. Vamos, tenemos que seguir avanzando.
David hizo un puchero, pero continuó con el grupo.
El bosque se hacía más denso con cada paso que daban, y aunque intentaban mantener la calma, todos sentían que algo en ese lugar no estaba del todo bien.
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