Cherreads

Chapter 5 - Evolución dolorosa

Días de transformación

La mañana siguiente, Ryan despertó con una sensación de vacío. Se quedó acostado mirando el techo, preguntándose por qué sus amigos no habían ido a verlo. ¿Se habrían olvidado de él? ¿O tal vez algo malo les había pasado? Intentó convencerse de que solo estaban ocupados, pero una inquietud crecía en su interior.

Mientras tanto, en el pueblo, el panadero realizaba su recorrido matutino. Dejaba su carga de pan en cada casa, saludando como de costumbre, sin notar nada extraño. Pero al regresar, pasando cerca del bosque, vio algo inusual: un grupo de oficiales siendo investigados y reprendidos por una figura de autoridad. La reja había permanecido abierta demasiado tiempo, y ahora exigían explicaciones.

En sus casas, los demás chicos pasaban un día completamente distinto. Moisés despertó con un fuerte dolor en todo el cuerpo, como si hubiera corrido una maratón sin descanso. LILIAN tenía la cabeza pesada, la visión borrosa y una sensación extraña, como si todo a su alrededor estuviera distorsionado. Sofía experimentaba una alteración aún más extraña: su vista parecía desdoblar la realidad, veía dos vasos en la mesa cuando en realidad solo había uno. David sentía el cuerpo entumecido y su vista no lograba enfocarse bien. Carlos, el más afectado, sufría mareos constantes y su visión iba y venía en ráfagas borrosas.

El primer día pasó entre quejas, largas horas en la cama y la sensación de que algo no estaba bien en sus cuerpos. Se sentían débiles, pero al mismo tiempo, había algo diferente, algo que no podían explicar.

El segundo día, los síntomas no mejoraron. Todos intentaron hacer su rutina diaria, pero el malestar seguía presente. Moisés apenas podía levantarse de la cama sin sentir que sus músculos ardían. LILIAN y Sofía notaban que su vista fluctuaba, a veces nítida, a veces confusa. David y Carlos, en cambio, se veían más afectados por los mareos, lo que los obligaba a permanecer acostados.

Para Ryan, cada día se hacía más difícil. Se sentía completamente ignorado. Esperó un mensaje, una visita, una simple señal de que sus amigos no lo habían olvidado. Pero nada.

El tercer día, la situación cambió sutilmente. Aunque los dolores seguían ahí, empezaban a acostumbrarse. Sofía notó que, aunque veía doble a veces, podía enfocar mejor si se concentraba. LILIAN descubrió que, a pesar de su dolor de cabeza, sus reflejos estaban más agudos. Moisés, aunque sentía el cuerpo pesado, tenía una energía extraña que lo hacía moverse más rápido de lo normal.

Para Ryan, la desesperación llegó a su punto máximo. "Ya está", pensó. "Si no vienen, es porque simplemente me dejaron atrás". Se prometió a sí mismo que no los buscaría más.

Sin saberlo, mientras él se rendía, sus amigos estaban experimentando algo que cambiaría sus vidas para siempre.

Tras varios días de síntomas extraños, LILIAN, Sofía, Carlos, Moisés y David finalmente se reunieron. Al principio, solo querían hablar de lo mal que se habían sentido, pero pronto se dieron cuenta de que algo más estaba ocurriendo.

—Hay momentos en los que me siento muy fuerte… —dijo Carlos, mirando su mano—. Ayer golpeé una pared sin querer y la rompí. ¡No sé cómo explicárselo a mi madre!

—Eso no es nada… —intervino Moisés, visiblemente nervioso—. Yo sentí que mi cuerpo acumulaba calor mientras estaba al sol… y de repente, ¡brillaba! Me asusté tanto que me derretí, literalmente, pero luego volví a la normalidad.

—Yo… —LILIAN tomó la palabra con duda—. Creo que mi vista cambió. Puedo ver cosas lejanas como si estuvieran frente a mí. El otro día leí un cartel al final de la calle… y estaba a más de cien metros.

Todos comenzaron a compartir experiencias similares, sorprendidos por lo que les estaba ocurriendo. Sus cuerpos habían cambiado, sus sentidos se habían agudizado y tenían habilidades que antes eran imposibles. Pero a pesar de la emoción, había algo que aún no resolvían: Ryan.

Decidieron visitarlo, pero cuando lo encontraron, se mostraba distante.

—Oh, ¿se acordaron de que existo? —dijo con ironía—. Pensé que me habían olvidado.

Los chicos intentaron explicarle lo que había pasado, cómo habían estado enfermos y las cosas extrañas que habían sentido. Al principio, Ryan no les creyó, pero cuando le mostraron lo que podían hacer, su mirada cambió.

—Esto… esto es increíble… —susurró—. ¡Esta es mi oportunidad! Si volvemos al laboratorio, tal vez pueda obtener lo mismo que ustedes. Tal vez… tal vez pueda caminar otra vez.

El entusiasmo de Ryan chocó con la resistencia de sus amigos.

—No, Ryan. No sabemos qué nos pasó exactamente —dijo Sofía con seriedad—. Y no queremos arriesgarte. En unos días te operan. ¿No es mejor esperar a eso?

—Pero esto podría ser una solución real… —insistió Ryan, frustrado.

—No lo sabemos —dijo LILIAN—. No queremos que algo le pase a tu cuerpo como nos pasó a nosotros.

Ryan sintió la decepción recorriéndole el cuerpo. Sus amigos no querían ayudarlo. Lo dejaron nuevamente solo, prometiendo que volverían a verlo pronto.

Pero él no podía esperar. Si ellos no lo llevaban, tal vez tenía que encontrar la forma de hacerlo solo.

Cuando llegaron al frente del bosque, Ryan hizo una seña a Clarence para que se adelantara y verificara si el oficial seguía dormido.

—Ve a ver si está dormido —le susurró Ryan.

Clarence asintió y avanzó con cautela, moviéndose entre las sombras hasta tener una mejor vista. Observó al oficial recostado contra el muro, con la cabeza caída hacia un lado y un sonido grave que se repetía cada pocos segundos. Regresó rápidamente con el grupo.

—Sí, está dormido… y roncando —dijo con una sonrisa.

Ryan miró a Stiven y le indicó con un gesto que lo empujara hacia el candado de la entrada. Stiven obedeció, rodando la silla de ruedas en silencio hasta dejar a Ryan justo al frente del cerrojo.

—Espero que sepas abrir esto —murmuró Stiven, mirando nervioso hacia el oficial.

—Claro que sí, lo vi hacerlo a los otros… —Ryan sacó un pequeño gancho que había traído preparado y comenzó a manipular el candado con paciencia.

Después de unos segundos, se escuchó un clic.

—Listo. —Ryan sonrió con satisfacción.

Clarence pasó primero, moviéndose rápido y en silencio. Karla lo siguió, mirando una vez más hacia el oficial dormido antes de cruzar la entrada. Luego pasó Stiven, empujando a Ryan hasta que los cuatro estuvieron dentro.

Ahora, el siguiente paso era moverse a través del bosque sin ser descubiertos. El laboratorio estaba cerca.

Con pasos calculados, se movieron entre los árboles, tratando de hacer el menor ruido posible. Ryan, en su silla de ruedas, era empujado con cuidado por Stiven, mientras Clarence y Karla avanzaban ligeramente más adelante, atentos a cualquier movimiento.

El bosque denso les proporcionaba cobertura, pero también los envolvía en una sensación inquietante. Cada crujido de hojas secas bajo sus pies se sentía demasiado fuerte en el silencio de la noche.

Ryan mantenía la mirada fija en la dirección del laboratorio, su mente llena de pensamientos oscuros hacia sus antiguos amigos. No podía evitar apretar los puños con rabia. Ellos se lo habían guardado para sí mismos, lo habían dejado atrás.

Karla, que aún dudaba de todo esto, susurró:

—¿Estás seguro de que es por aquí?

—Totalmente —respondió Ryan, con una seguridad férrea en su voz—. Solo sigan avanzando y pronto lo verán con sus propios ojos.

Y así, ocultos entre los árboles, los cuatro siguieron su camino hacia lo desconocido.

Mientras avanzaban, el bosque parecía interminable. Karla se detuvo por un momento y miró alrededor con inquietud.

—¿Hasta dónde tenemos que ir? Ni siquiera se ve nada a lo lejos… —susurró, abrazándose los brazos.

Ryan, con un tono de seguridad mezclado con impaciencia, respondió:

—No está sobre el suelo. Moisés me lo dijo al oído después de mostrarme sus habilidades… Está debajo.

Mientras hablaba, en su mente, una idea oscura lo consumía. Creyeron que con contarme dónde está y lo que pasaron para llegar, no querría venir… Qué ingenuos.

Caminaron un poco más hasta que Stiven detuvo en seco al grupo.

—Chicos… la puerta.

Clarence y Karla se acercaron con cautela. Frente a ellos, la entrada estaba rota, como si alguien más hubiera estado allí antes. Miraron entre ellos, indecisos.

—Vamos… pero con cuidado —susurró Karla, dando el primer paso dentro.

Uno por uno entraron, dejando a Ryan atrás, aún en su silla de ruedas.

—¡Bájenme! —exigió Ryan, con la frustración en su voz.

—Espera, Ryan —dijo Karla, con duda en su mirada.

—Vamos, no podemos dejarlo ahí —intervino Stiven.

Clarence suspiró y subió para ayudar a Ryan. Con esfuerzo, lo sujetó de los brazos mientras Stiven esperaba abajo para recibirlo.

—Solo yo sé dónde está la información para obtener habilidades… —murmuró Ryan con una sonrisa astuta.

Karla observó cómo Clarence lo tenía de los brazos, mientras Stiven esperaba para bajarlo con cuidado. Entre los dos lo ayudaron a entrar, aunque sabían que no sería fácil moverse sin que pudiera usar sus piernas.

Pasaron minutos buscando. Debajo de los restos quemados, entre papeles viejos, entre cajones oxidados… pero nada.

—Aquí no hay nada —bufó Stiven, frustrado.

—Tal vez nos engañó… —murmuró Karla, cruzándose de brazos.

—¡Sigan buscando! —insistió Ryan—. Debe estar aquí en alguna parte.

Pero la paciencia del grupo se agotaba. Karla, Stiven y Clarence intercambiaron miradas.

—Nos vamos.

—¿Qué? ¡No! —gritó Ryan, sintiendo el pánico apoderarse de su voz—. ¡No me dejen aquí! ¡Solo hay que seguir buscando un poco más!

Pero la decisión estaba tomada. La furia de haber perdido el tiempo, de haber sido arrastrados hasta ahí por la obsesión de Ryan, era más fuerte que la culpa.

—Nos vamos, Ryan. Tú te las arreglas solo.

Sin saberlo, Karla, Stiven y Clarence ya estaban contaminados. El aire, las superficies que tocaron… algo en ese laboratorio se había impregnado en ellos sin que se dieran cuenta. Moisés y los demás tampoco supieron cómo ocurrió exactamente, pero sabían que aquel lugar tenía algo peligroso… Y ahora Ryan estaba atrapado dentro.

Los tres salieron, cruzaron el bosque sin problemas. El oficial, aún roncando, nunca notó su presencia. Con un sentimiento de culpa mezclado con rabia, cada uno se fue a su casa, tratando de olvidar lo que pasó.

Mientras tanto, Ryan, solo en la oscuridad del laboratorio, comenzó a sentir el verdadero peso de su decisión.

No había salida.

El miedo lo consumía.

Y afuera, en otro lugar, LILIAN, Sofía, Carlos, Moisés y David sentían dolores aún más intensos.

La noche cayó sobre la ciudad, pero el descanso no llegó para muchos.

Los padres de Ryan estaban inquietos, llamando a todos sus amigos, recorriendo las calles, preguntando a la policía. Su hijo no aparecía, y la angustia crecía con cada minuto que pasaba.

En otras casas, la preocupación era distinta, pero igual de intensa. Moisés, Carlos, David, LILIAN y Sofía sufrían dolores inexplicables. Sus padres intentaban ayudarlos, pero nada parecía aliviar su malestar. Los médicos no tenían respuestas, y la incertidumbre llenaba cada rincón de sus hogares.

Karla, Clarence y Stiven también enfrentaban la presión de la noche. Llegaron tarde a casa, con excusas débiles y miradas esquivas. Sabían que algo dentro de ellos había cambiado, pero no podían explicarlo. ¿Era miedo? ¿Remordimiento? ¿O acaso era algo más profundo que aún no entendían?

Mientras la ciudad se sumía en la inquietud, algo más nacía en la oscuridad.

Una esperanza.

Pero, ¿sería una esperanza que traería la salvación… o el principio de la ruina?

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