El enfrentamiento
Una mañana pesada cubría la ciudad. Nadie había dormido como antes, los residentes se turnaron para vigilar, esperando ver quiénes eran los atacantes. Pero aquella noche no ocurrió nada. Los autos y drones amanecieron intactos, y los oficiales que recorrieron la ciudad no encontraron nada fuera de lo normal. Sin embargo, la tensión seguía en el aire.
Mientras tanto, en el bosque del laboratorio, Ryan comenzaba a recuperar la conciencia. Se incorporó lentamente, sintiendo una extraña pesadez en su cuerpo. Su visión borrosa le impedía ubicarse con claridad. Caminó torpemente entre la maleza hasta tropezar.
—¡Maldita silla! —murmuró, sin pensar, antes de darse cuenta de lo que había dicho.
Se quedó en silencio. Miró hacia lo alto de un árbol, donde una lechuza cantaba. En cuestión de segundos, el ave se dejó caer, planeando a baja altura antes de alzar vuelo justo al lado de Ryan. Atónito, bajó la mirada hacia sus piernas y las sintió fuertes.
Se puso de pie lentamente, inseguro. Dio un paso, luego otro. Su respiración se agitó.
—Puedo... caminar —susurró, incrédulo.
No lo podía creer.
El asombro lo embargó. Comenzó a trotar, pero sus piernas, aún débiles, no respondieron bien y cayó varias veces. Sin embargo, con cada intento, su control mejoraba. Finalmente, el agotamiento lo venció y se desplomó en el suelo.
En la ciudad, Lilian, Sofía, Carlos, Moisés y David se reunieron temprano para planear su incursión al laboratorio por la tarde. Mientras tanto, los padres de Ryan, exhaustos por la falta de descanso, interrogaron a los oficiales con la esperanza de obtener respuestas sobre su hijo.
En Cresthaven, Karla, Clarence y Stiven practicaban sus habilidades bajo la supervisión de los científicos. Aunque aún tenían dudas sobre su verdadero potencial, cada vez controlaban mejor su energía. Tras varias horas de entrenamiento, decidieron descansar antes de dirigirse a Velkan por la tarde.
El sol comenzaba a descender cuando el grupo de Lilian, Sofía, Carlos, Moisés y David se posicionó en el borde del bosque, listos para entrar al laboratorio olvidado. Justo cuando iban a avanzar, un estruendo rompió el silencio.
Una explosión sacudió la zona. A lo lejos, en el camino hacia Cresthaven y Redmire, varios vehículos voladores y drones emergieron de la nada. Tres siluetas se materializaron en el aire, desprendiendo destellos azul, morado y anaranjado. Con movimientos precisos, colocaron un nuevo mensaje en el cielo:
"VELKAN NO SERÁ SUYA"
Los habitantes salieron de sus hogares, observando con terror cómo las siluetas avanzaban. Cada paso que daban dejaba una huella ardiente en el suelo, como si su presencia devorara la tierra misma.
La guardia de Cresthaven y Redmire, armada con una nueva defensa, no esperó órdenes. Diez robots de gran resistencia y fuerza avanzaron hacia los atacantes, listos para enfrentarlos.
Desde su escondite, Ryan también presenció la escena. El resplandor del fuego y el humo le indicaban el punto exacto de conflicto. Se apresuró hacia allí, pero algo en su cuerpo había cambiado. Sentía una energía ardiendo en su interior. Sin darse cuenta, su piel adquirió un tono rojo intenso, y el calor que emanaba era tan fuerte que derretía la roca que lo ocultaba.
Carlos, Moisés, David, Sofía y Lilian observaron desde otra posición. Los tres seres desconocidos estaban de pie, desafiando a los diez robots que se interponían en su camino. No había palabras, solo la expectativa del choque inminente. El viento se volvió denso, cargado de tensión.
Se miraron entre ellos, sin necesidad de hablar. Todos sabían que el enfrentamiento estaba por comenzar.
Los robots decidieron atacar. Eran diez en total. Tres avanzaron de frente, seguidos de otros tres que esperaban un punto de debilidad. Los cuatro restantes se posicionaron estratégicamente a espaldas de los tres seres que estaban a punto de enfrentar.
Los tres seres emanaban un resplandor intenso: uno anaranjado, otro azul y el último morado. Cada uno irradiaba su propia energía, y antes de que los tres primeros robots pudieran siquiera tocarlos, el calor que desprendían los derritió por completo.
Sin perder tiempo, los tres seres ya estaban frente a los siguientes tres robots, mientras que los otros cuatro los rodeaban estratégicamente: uno por la izquierda, otro por la derecha, uno desde abajo y otro desde arriba.
—¡Ataquen juntos! —ordenó uno de los robots.
Los tres que estaban al frente arremetieron al mismo tiempo, mientras que los otros cuatro lanzaban un potente rayo de energía. Sin embargo, el ser de luz azul y el de luz anaranjada desviaron el rayo con facilidad.
De pronto, la silueta morada comenzó a girar a gran velocidad, creando un tornado de calor. Los robots intentaron escapar, pero fueron arrastrados por la poderosa corriente. A medida que el tornado aumentaba su intensidad, los cuerpos metálicos de los robots se derretían más y más, hasta que no quedó ninguno.
El tornado se disipó, dejando el suelo gravemente dañado. Los tres seres —la silueta anaranjada, la azul y la morada— salieron volando justo cuando llegó un veloz auto volador. En él viajaban Karla, Clarence y Stiven.
Al ver que las siluetas intentaban retirarse, Karla y Clarence hicieron una maniobra en el aire para empujar con gran fuerza a Stiven, quien salió disparado hacia las tres figuras.
La silueta anaranjada se adelantó, pensando que el impacto no sería fuerte, pero en cuanto Stiven lo golpeó, lo mandó directamente al suelo.
Las siluetas azul y morada quedaron sorprendidas al ver lo sucedido. Sin embargo, no se quedarían de brazos cruzados.
En un abrir y cerrar de ojos, la silueta morada atacó a Stiven por debajo, mientras que la azul lo hizo desde arriba, dificultándole cualquier intento de esquivar. Stiven recibió los impactos, pero se mantuvo firme, sin moverse ni un centímetro.
En ese momento, Karla y Clarence llegaron para atacar a las dos siluetas, equilibrando la pelea. Ahora eran tres contra dos.
De pronto, la silueta anaranjada se levantó y comenzó a correr, acumulando más energía a cada paso. Justo cuando Karla, Clarence y Stiven estaban por dar un golpe certero, la silueta anaranjada saltó y se colocó frente a ellos.
Un estallido de energía emergió de su cuerpo, enviando a Karla, Clarence y Stiven lejos, estrellándolos contra el suelo con brutalidad.
Las tres siluetas brillaron aún más intensamente y se prepararon para ir tras ellos, pero antes de que pudieran moverse, apareció frente a ellos otra silueta, aún más radiante, de color celeste.
—Deténganse. Márchense de aquí.
Sin dudarlo, las tres siluetas —anaranjada, morada y azul— obedecieron y desaparecieron en el horizonte, seguidas por la silueta celeste que había intervenido.
Mientras tanto, Karla, Clarence y Stiven se recuperaban lentamente. Miraron a su alrededor, pero no encontraron rastro alguno de las siluetas.
—Parece que se fueron… —susurró Clarence, aún aturdido.
—No sabemos qué eran exactamente, pero lo cierto es que son poderosos —dijo Stiven, apretando los puños.
—Será mejor que regresemos al laboratorio y reportemos lo sucedido —añadió Karla.
Los tres asintieron y emprendieron el regreso.
Carlos, David, Moisés, Sofía y Lilian solo observaron en silencio cómo todo terminaba. Al igual que el resto de los habitantes, se hacían preguntas sin respuesta.
¿Qué eran esos seres? ¿Por qué protegían Velkan? ¿Qué pasaría a partir de ahora, ahora que habían sido revelados a plena luz del día?
Las nuevas autoridades de Cresthaven y Redmire llegaron al lugar para evaluar los daños y cubrir los rastros de radiación que los seres habían dejado atrás.
A pesar de todas las incógnitas, la ciudad intentó seguir con su rutina. Como si nada hubiese pasado, la gente regresó a sus hogares a dormir, aunque con la incertidumbre rondando en sus mentes.
Lejos de allí, Ryan, quien había presenciado aquellos increíbles poderes, decidió volver al bosque. A pesar del dolor que sentían sus padres por no saber dónde estaba, él se quedó dormido en el laboratorio, sumido en sus propios pensamientos.
La noche cubría Cresthaven con su manto silencioso, pero el eco de la batalla aún vibraba en el aire. Las calles, aunque vacías, parecían susurrar los vestigios de un enfrentamiento que nadie podía explicar del todo.
Bajo la tenue luz de la luna, las huellas del combate aún humeaban en el suelo dañado, como si la tierra misma hubiese sido testigo de fuerzas más allá de la comprensión humana. A pesar de los intentos de las autoridades por borrar los rastros, la sensación de inquietud se arraigaba en cada rincón de la ciudad.
Mientras el mundo dormía, algunos se debatían entre el miedo y la curiosidad. ¿Qué significaba todo esto? ¿Acaso Cresthaven estaba al borde de algo mucho más grande de lo que podían imaginar?
En algún lugar, ocultos entre sombras y misterio, los seres de luz se desvanecían en el horizonte, preparándose para lo que aún estaba por venir.
Y en el corazón de la noche, Ryan, con la mente revuelta por lo que había visto, cerró los ojos, ignorando por un momento las preguntas que lo atormentaban. Sin embargo, una certeza se asentaba en su interior: este no era el final. Solo era el comienzo de algo mucho más grande.
Copyright
© 2024 Studios Twenty-Six. Todos los derechos reservados. Esta obra es propiedad intelectual de su autor y no puede ser reproducida, distribuida ni utilizada sin el permiso explícito del titular de los derechos. Cualquier intento de plagio o uso no autorizado será perseguido conforme a la ley.