Cherreads

Chapter 15 - "CORAZON FLECHADO"

Salimos del Paso del Susurro y entramos en las Colinas Boscosas, un territorio tan conocido por su belleza como por sus peligros. Nuestro contrato con los aventureros de Garrick se extendía hasta que llegáramos a las llanuras seguras del sur, así que nuestro grupo de dos fuegos continuó su viaje.

La dinámica en el campamento, sin embargo, había cambiado. La sonrisa genuina que Elara le había dedicado a mi hermano parecía haber declarado una guerra fría y silenciosa.

Shizuka, normalmente directa y ruidosa, ahora trataba a Edu con una formalidad glacial. Le servía el té en silencio, respondía a sus preguntas con monosílabos y pasaba la mayor parte del tiempo practicando sus katas de tierra con una ferocidad que hacía temblar el suelo. Estaba enfadada, y su enfado era una tormenta contenida.

Azumi, por otro lado, era quizás más aterradora. Había entrado en un estado de eficiencia absoluta. Ignoraba a Edu por completo. Su existencia parecía haber sido borrada de su percepción. Se centraba en sus deberes, en vigilar los perímetros, en afilar sus armas, su rostro una máscara de hielo tan perfecta que ni siquiera el calor de la hoguera parecía poder derretirla.

Edu, por su parte, parecía genuinamente perplejo por este muro de silencio.

"¿He hecho algo malo?", le preguntó a Kenji una mañana, mientras Shizuka le entregaba su desayuno sin mirarlo a la cara.

Kenji, levantando la vista de su libro, analizó la situación. "Datos insuficientes para una conclusión definitiva", respondió. "Sin embargo, la hostilidad correlaciona directamente con tu interacción con la elfa Elara. Hipótesis preliminar: celos. Probabilidad: 97.4%".

Edu simplemente parpadeó. "Pero... solo estábamos hablando de la soledad del vigilante".

Y era precisamente esa la razón. Su empatía, su arma más potente, era la que había provocado esta reacción. Elara, que ahora trataba a Edu con un nuevo nivel de respeto profesional, a menudo intercambiando con él observaciones sobre el terreno, se había convertido, sin quererlo, en la rival.

Fue al tercer día, en el corazón de los bosques, cuando la tensión interna fue reemplazada por una amenaza externa.

"¡Emboscada!", resonó el rugido de Garrick desde la vanguardia.

No eran bandidos. Eran peores. Goblins. Docenas de ellos, saliendo de entre los árboles con sus pieles verdes, sus ojos llenos de una malicia cruel y sus espadas oxidadas brillando débilmente bajo la luz del sol filtrada.

La caravana reaccionó al instante. Nuestros guardias y los aventureros formaron un círculo defensivo alrededor de los carruajes. La profesionalidad de Garrick y los suyos era impresionante.

"¡Borin, el flanco izquierdo! ¡Crea un muro!", gritó Garrick. El enano plantó su escudo en el suelo y se convirtió en una fortaleza inamovible, los goblins chocando inútilmente contra él. "¡Elara, a los árboles! ¡Elimina a los arqueros!". La elfa se desvaneció entre las hojas como un espectro.

La batalla se unió a nuestros pies. Shizuka y Azumi luchaban espalda con espalda, una danza de tierra y viento. Shizuka levantaba pilares de roca que desbarataban las cargas de los goblins, mientras Azumi se movía entre ellos como un torbellino de acero, sus cuchillos encontrando cada punto débil en sus armaduras de cuero.

Edu estaba al frente, su katana un borrón plateado. Luchaba con una sonrisa en el rostro, casi como si estuviera disfrutando del caos. Desviaba, paraba, contraatacaba. Cada movimiento era elegante, eficiente.

Yo observaba desde la seguridad del carruaje, con el corazón en un puño. Pero incluso en medio de la batalla, vi a Garrick, que luchaba cerca de mi hermano, observar sus movimientos con una expresión de creciente sorpresa.

La horda de goblins era numerosa, pero desorganizada. Sin embargo, entre ellos había uno diferente. Más grande, con una armadura de placas de hierro robadas y un hacha de dos manos que manejaba con una fuerza brutal. El jefe. Ignoró a los guardias y a los guerreros, y con un rugido que heló la sangre, cargó directamente hacia nuestro carruaje. Su objetivo era claro: el premio gordo, los nobles.

"¡A mí!", gritó Edu, interponiéndose en su camino. Su sonrisa había desaparecido. Su rostro era ahora una máscara de fría concentración.

El jefe goblin lanzó un mandoble con su hacha, un golpe que podría haber partido un árbol. Edu no lo bloqueó. Dio un paso lateral tan fluido que pareció deslizarse sobre la hierba. El hacha se hundió en el suelo donde él había estado un segundo antes.

Aprovechando que el goblin luchaba por liberar su pesada arma, Edu atacó. No fue un golpe de fuerza, fue una serie de cortes precisos y cegadores. Uno a los tendones del brazo del hacha, obligándolo a soltarla. Otro a la rodilla, haciéndolo arrodillarse con un aullido de furia. Y el golpe final no fue con el filo, sino con la empuñadura de su katana, un impacto seco en la sien que dejó al jefe inconsciente en el suelo.

La derrota de su líder rompió la moral de los goblins restantes. En cuestión de minutos, los que no habían huido fueron capturados o abatidos.

El silencio cayó sobre el claro, solo roto por el sonido de las respiraciones agitadas. Y los goblins capturados.

Lo primero que vi fue a mi hermano Kenji, que bajó del carruaje. Su rostro no mostraba alivio, sino una intensa concentración analítica. "Perímetro asegurado", anunció a nadie en particular. "Doce enemigos abatidos, ocho capturados. Bajas aliadas: cero. Eficiencia de combate: óptima". Se acercó a uno de los goblins caídos y comenzó a examinar la tosca factura de su armadura con una curiosidad puramente académica.

Luego, mis padres descendieron del carruaje principal. Mi padre, Ibuki, inspeccionó la escena con la mirada de un general, asintiendo a sus guardias mientras aseguraban a los prisioneros. Mi madre, Sakura, no miró a los enemigos; sus ojos nos buscaron a nosotros, a sus hijos, un escaneo rápido pero increíblemente agudo para asegurarse de que estábamos ilesos.

Garrick, el líder de los aventureros, se acercó a Edu. Limpió la sangre verde de su espada y miró al jefe goblin inconsciente a los pies de mi hermano.

"Había oído historias sobre los samuráis del Este", gruñó el aventurero. "Creía que eran cuentos de viejas". Su mirada se clavó en Edu, y por primera vez, vi en sus ojos un respeto genuino. "Eso no fue fuerza bruta, muchacho. Fue... arte. Un arte peligroso".

Edu envainó su katana con un movimiento fluido. Se giró, pero su mirada no se posó en Garrick, sino en la ventana de mi carruaje. Su rostro, antes una máscara de concentración letal, se suavizó por completo. Una sonrisa cálida, casi tímida, apareció en sus labios.

"Un hombre no lucha con su verdadera fuerza por un reino o por honor", dijo, su voz tranquila pero resonando en el silencio del claro. "Lucha así... por las cosas pequeñas y preciosas que no puede permitirse perder". Su mirada se encontró con la mía a través del cristal. "Mi hermana estaba mirando. No podía permitir que viera nada que la asustara".

Sentí la sangre subir a mis mejillas. No fue un alarde. Fue una declaración de hechos, la verdad más profunda de su corazón, dicha en voz alta.

Vi a mi padre, que lo había oído todo, permitir que una rarísima y casi imperceptible sonrisa de orgullo curvara sus labios. Asintió para sí mismo, viendo no solo al guerrero, sino al heredero que comprendía la verdadera razón de la fuerza. Mi madre también sonrió, pero su sonrisa era más compleja, teñida de una pizca de melancolía. Ella entendía el terrible peso que una devoción como esa ponía sobre los hombros de un hombre.

Pero la reacción más dramática no vino de nuestra familia. Vino de la elfa.

Mi mirada se desvió hacia Elara. Y presencié el momento exacto en que ocurrió. Vi a la centinela de hielo, a la guerrera de cincuenta años de experiencia, recibir un golpe que no pudo parar. Todas sus defensas, toda su ironía profesional... se derrumbaron como un muro de arena ante la marea. Su rostro, normalmente impasible, se llenó de una vulnerabilidad y un asombro absolutos.

Fue como si una flecha, no una de las suyas, sino una hecha de pura luz, le hubiera atravesado el corazón. En ese instante, la arquera fue cazada. Y yo lo vi con una claridad dolorosa: se enamoró no del príncipe ni del guerrero. Se enamoró del hermano.

Mientras este terremoto emocional sacudía a la elfa, Shizuka y Azumi se acercaron. Vieron el respeto en la cara de Garrick, y luego vieron la expresión de Elara. El orgullo en sus rostros se congeló, reemplazado por una nueva y mucho más seria alarma. La rivalidad juguetona había terminado. Acababan de identificar a una verdadera contendiente.

Y en medio de todo este drama silencioso, Zuzu, que había estado observando la batalla desde la seguridad de un árbol cercano, saltó ágilmente y aterrizó sobre el hombro de Edu. Ajena a las complejidades emocionales que su amo acababa de desatar, comenzó a lamerle la sangre de la mejilla con una dedicación meticulosa.

Edu, como si saliera de un trance, comenzó a rascar a la gata bajo la barbilla, su atención completamente dividida.

Lo vi todo. El respeto ganado de nuestros aliados. El orgullo en los ojos de mi padre. La preocupación en los de mi madre. La admiración analítica de Kenji. El nacimiento de un amor imposible en la mirada de la elfa. La silenciosa declaración de guerra en los rostros de mis guardianas.

Y a mi hermano, la causa de todo, de pie en el centro de la carnicería y el caos emocional, acariciando tranquilamente a su gata como si acabara de terminar un simple entrenamiento en el dojo.

La batalla contra los goblins había terminado. Pero tenía la terrible sensación de que las batallas realmente importantes y peligrosas, acababan de comenzar.

La noche que siguió a la batalla contra los goblins fue extrañamente silenciosa. Una vez que los prisioneros fueron asegurados para ser entregados a las autoridades del próximo pueblo, una calma de agotamiento y alivio se apoderó de nuestro campamento. Pero bajo esa calma, las corrientes habían cambiado.

Ya no había dos fuegos, sino uno. Garrick y Borin se sentaron cerca de nuestro círculo, compartiendo una jarra de vino con mi padre. Hablaban en voz baja, el lenguaje universal de los guerreros que han luchado y sobrevivido juntos. Vi a Borin examinar la katana de Edu con un gruñido de aprobación, y a Garrick escuchar una de las historias de guerra de mi padre con un respeto que no había mostrado antes. Se habían ganado mutuamente.

Sin embargo, en nuestro propio círculo, se había formado una nueva línea de batalla. Era una guerra fría, librada con miradas y silencios.

Shizuka le sirvió a mi hermano su plato de estofado sin una palabra, sus movimientos bruscos y eficientes. Azumi, por su parte, parecía haber decidido que Edu se había vuelto invisible. Su atención estaba en todas partes menos en él. Si él intentaba hablarles, sus respuestas eran monosílabos cortantes o, en el caso de Azumi, un silencio absoluto.

"¿Están enfadadas porque mi técnica fue más elegante que la suya?", le susurró Edu a Kenji, completamente perplejo.

Kenji suspiró. "Tu capacidad para la estrategia de combate es inversamente proporcional a tu percepción de las dinámicas emocionales, hermano".

La verdadera fuente de la hostilidad era Elara. La elfa, sentada tranquilamente al otro lado del fuego, se encontraba con la mirada glacial de Shizuka cada vez que levantaba la vista. Y noté que la daga que Azumi pulía siempre apuntaba, como por casualidad, en su dirección.

Más tarde, cuando la mayoría se había retirado a descansar, no pude dormir. Salí de nuestra tienda y vi a Elara de pie, vigilando el campamento desde una pequeña elevación, su figura esbelta recortada contra el cielo estrellado. Con el corazón latiéndome con fuerza, me acerqué a ella.

Ella me sintió llegar, como siempre. "¿Tampoco puedes dormir, pequeña sabia?". Su voz era suave.

Asentí, parándome a su lado y mirando la inmensidad de la noche. "Mi hermano... ¿siempre es así?", le pregunté, la pregunta saliendo antes de que pudiera detenerla.

Elara se tomó un momento antes de responder. "¿Así cómo? ¿El guerrero letal que baila entre sus enemigos o el joven que se sonroja cuando habla de ti?".

"Ambos, supongo", susurré.

"No lo sé", admitió ella con una sinceridad que me sorprendió. "Pero lo que vi hoy... esa gentileza tan feroz... es algo muy raro. Es una fuerza que la mayoría de los hombres no entienden. O no poseen". Hizo una pausa y luego se giró para mirarme, su expresión ahora curiosa y ligeramente confundida. "Y quizás tú puedas explicarme algo a mí".

"¿Yo?", pregunté, sorprendida.

"Sí. Sus otras guardianas. La de cabello rubio y la de cabello rojo", dijo, su voz bajando a un susurro cómplice. "Me miran como si yo fuera un goblin que se ha escapado. ¿He cometido alguna ofensa contra su casa que desconozca?".

Miré a través del campamento, hacia la tienda donde dormían mis dos amigas. Una sonrisa triste se dibujó en mi rostro.

"No es una ofensa", respondí. "Es... un tesoro".

Elara me miró, confundida. "¿Un tesoro?".

"Mi hermano es el tesoro más grande de la Casa Hoshino", expliqué, eligiendo mis palabras con cuidado. "Y ellas, Shizuka y Azumi, son sus dragones guardianes. Han pasado años protegiéndolo de todo. No les gusta cuando alguien nuevo se acerca demasiado a su montaña de oro".

La comprensión iluminó el rostro de Elara. Una mezcla de asombro, diversión y algo más, algo que no pude descifrar. "Dragones guardianes...", repitió en voz baja. "Ya veo. Es una lealtad... formidable".

"Lo es", confirmé.

A la mañana siguiente, llegamos al final de las Colinas Boscosas. Era hora de despedirnos.

Garrick le dio a mi padre un firme apretón de manos. "Ha sido un honor, Lord Hoshino". Luego se giró hacia Edu. "Muchacho. Si alguna vez te cansas de la seda y decides que prefieres el barro, tendrás un lugar en mi compañía". Era el mayor cumplido que un hombre como él podía ofrecer.

Borin simplemente gruñó hacia Shizuka. "Tus muros de tierra son casi tan buenos como la roca enana. Casi". Para un enano, eso era prácticamente una declaración de amor.

Finalmente, Elara se acercó. Le dedicó a Shizuka y Azumi un asentimiento respetuoso, que ellas devolvieron con una fría y perfecta formalidad. Luego, para mi sorpresa, se arrodilló ligeramente para mirarme a los ojos.

"Gracias por la conversación, pequeña sabia", me susurró. "Sigue escuchando al viento".

Se puso en pie y su mirada se encontró con la de Edu. La tensión silenciosa entre ellos era palpable.

"Cuídese, Lord Hoshino", dijo ella, su voz profesional pero con un matiz de calidez que ahora yo podía entender. "Y cuide bien de su tesoro". Su mirada se desvió hacia mí por una fracción de segundo.

Con un último asentimiento, los tres aventureros se dieron la vuelta y comenzaron su viaje de regreso, sus siluetas desapareciendo en la distancia.

Observé cómo se iban, una extraña sensación en mi pecho. Habíamos ganado una batalla y nos habíamos ganado el respeto de unos guerreros formidables.

Pero también habíamos complicado las cosas de una manera que apenas comenzaba a comprender. El corazón de la elfa se había unido al silencioso campo de batalla que rodeaba a mi hermano, y yo sabía, con una certeza absoluta, que la guerra por el "tesoro" de la Casa Hoshino no había hecho más que empezar.

More Chapters